

Todos debemos esmerarnos en acoger este sacramento con respeto y ansia de crecimiento espiritual, pues lejos de pensar que la confesión de los pecados al sacerdote y sobre todo a Dios, no vale para nada y está en desuso, se equivoca muy seriamente ya que este sacramento está en la entraña de nuestra vocación cristiana y nuestra fe. Quien no se reconoce pecador no aceptará de buen grado y con humildad el pecado de su prójimo, y lo que es peor, no se abre a la misericordia ofrecida por Dios para su sanación interior. Sabemos que cuesta reconocer nuestros pecados y precisamente ahí radica una de sus mejores propiedades para curar nuestros egoísmos y prepotencias, tan dañinas para la persona, la convivencia y la familia.
Piensa un poco todo esto, vence tus miedos y recelos y acude al sacerdote para no solo cumplir con una obligación como cristiano sino experimentar el gozo del perdón que seguro ya has experimentado en otras ocasiones. Feliz Semana Santa y feliz Pascua del Señor Jesús.
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