jueves, 29 de enero de 2015

AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA

El papa Francisco el 21 de noviembre de 2014, ha declarado un año dedicado a la Vida Consagrada, concluirá el 2 de febrero de 2016 

OBJETIVOS de este año: 
- Mirar al pasado con gratitud. Cada Instituto viene de una rica historia carismática. En sus orígenes se hace presente la acción de Dios que, en su Espíritu, llama a algunas personas a seguir de cerca a Cristo, para traducir el Evangelio en una particular forma de vida, a leer con los ojos de la fe los signos de los tiempos, a responder creativamente a las necesidades de la Iglesia. 
- Vivir el presente con pasión. La memoria agradecida del pasado nos impulsa, escuchando atentamente lo que el Espíritu dice a la Iglesia de hoy, a poner en práctica de manera cada vez más profunda los aspectos constitutivos de nuestra vida consagrada. 
- Abrazar el futuro con esperanza. Conocemos las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social... Precisamente en estas incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jr 1,8). (Tomado de la carta del papa Francisco en la convocatoria del año de la vida consagrada) 

 

En nuestro Arciprestazgo, en la parroquia de San Pedro Apóstol de Rapariegos; Se encuentran las Religiosas Clarisas, presencia de la Vida Consagrada, presencia de la ternura de Dios para con nosotros. A ellas dedicamos este apartado del blog; y nos unimos como una sola familia. Ellas dentro de la vida consagrada, hacen parte de los Institutos y congregaciones de la vida contemplativas. 

“Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura. En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios” (Exhortación Apostólica del papa Juan Pablo II, “Vida Consagrada” 8)

No hay comentarios: